martes, 31 de enero de 2012

Lecciones del mar


Hace unos días supimos de la cobardía de un capitán de crucero que dejó junto con su nave encallada a miles de personas abandonadas a su fortuna. Un sujeto despreciable no solo por el daño causado a los pasajeros con peor suerte, sino por algo aún peor: por no haber sabido estar a la altura de nuestra mitología, la que concentra en la figura del capitán de barco todos los atributos del héroe enfrentado a la adversidad. El mar es una fuente inagotable de leyendas. El rumor del mar sigue trayéndonos, además de viejas canciones nostálgicas y ecos de inciertas aventuras, fragmentos de pedagogía que hablan de un sistema de valores tal vez en desuso pero todavía capaz de ejercer cierta fascinación sobre los vulgares mortales de secano. Todos llevamos dentro un bucanero con parche en el ojo y loro en el hombro y tal vez también con demasiadas películas en la retina que gusta de engrandecer las historias del mar y extraer de entre el oleaje lecciones de honor, coraje y dignidad. De ahí que nos hayamos ensañado sin clemencia con el tal Schettino, el antihéroe, el villano que no supo estar a la altura de su cargo ni de las circunstancias. Pero pocos días después el mar nos ha recompensado con un gesto que devuelve la confianza en el género humano. En la playa del Orzán, en La Coruña, tres policías han muerto ahogados al tratar de salvar la vida a un muchacho que se metió en el agua llevado por la euforia de un botellón playero de madrugada. La comparación es inevitable. Y tremenda, como lo son todas las tragedias donde perece alguien que ha arriesgado el pellejo por otro, gratuita, desprendidamente. Esta vez también los personajes han sido hombres de uniforme, aunque el suyo fuera mucho menos lucido que el del capitán gallina. No lucían galones dorados ni estrellas en la bocamanga, y acaso vivían ajenos a la palabrería de las grandes hazañas marinas. Pero en estos tiempos que corren de sálvese quien pueda, ver cómo unos servidores públicos anteponen el sentido del deber a la propia supervivencia no deja de ser reconfortante.

Publicado en Diario de Navarra el 28 de enero de 2012.

     


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