El miedo vende, pero si se alía con la ignorancia entonces ya
arrasa en el mercado. Corre por ahí un sinfín de leyendas urbanas acerca de las
terroríficos efectos sobre la salud de las ondas electromagnéticas, y en
particular las emitidas por dos de los tótems de nuestro época: el teléfono
móvil y las conexiones wifi. Si en otro tiempo se creyó que los primeros
ferrocarriles iban a arrollar a media humanidad y a enloquecer de vértigo a la
otra media, ahora la superstición de la época la ha tomado con las tecnologías
de la comunicación, que a juicio de algunos también las carga el diablo. Lo de
juicio es un decir, claro. Siendo objetivos, hay que reconocer el riesgo de los
móviles, sobre todo cuando se emplean en los pasos de peatones sin mirar antes
de cruzar o cuando por el auricular suena la voz de un amigo de esos que en
prueba de lealtad no olvidan ponernos al corriente de sus penalidades un par de
veces al día. Tampoco el internet sin cable es inocente: lo usan los
pederastas, los estafadores y los empleados públicos ociosos que mandan
comentarios a la prensa en horas de oficina. Pero junto a estas acciones
nefandas hay otras que gracias a la velocidad de las redes están contribuyendo
a mejorar nuestra calidad de vida, desde la lectura del periódico al instante
hasta la charla con los parientes de las antípodas. Cosas del uso, que nada
tiene que ver con la naturaleza del medio usado. Estén bien o mal empleadas, a
las ondas electromagnéticas no se les puede atribuir efecto nocivo alguno sobre
los organismos. Aburre tener que recordar lo que la ciencia ha certificado por
activa y por pasiva. Sin embargo hay personas tan admirables en su resistencia
a la razón que siguen vaticinando el fin del mundo en forma no se sabe si de
gran calambre o de voraz incendio planetario o de melanoma total. Sin ir más
lejos, aquí se ha emprendido una campaña en centros escolares para eliminar el
wifi en las aulas. Lo dicho, la ignorancia que no cesa. Aunque para alcanzar
sus fines tenga que meter el miedo en el cuerpo a padres y madres, esa gente
tan asustadiza.
Publicado en Diario de Navarra el 11 de febrero de 2012
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