Dicen quienes saben de esto que sin
la tele y el fútbol ardería Troya. Que vivimos en una falsa calma lograda merced
a la industria del entretenimiento. Que los efectos de las nuevas armas de
distracción masiva sobre unas sociedades adormecidas están conteniendo el
malestar general, que de otro modo habría llevado a más de un estallido de
violencia. Puede que así sea. Pero el viejo binomio del pan y circo solo funciona
mientras se mantiene el equilibrio entre sus dos factores. Cuando el pan
empieza a escasear, no solo la fórmula corre el riesgo de agotarse sino que el
circo deja de ser bálsamo para convertirse en explosivo. Piénsese en lo
ocurrido con las redes sociales en internet. Los mismos jóvenes que recurrían a
ellas para matar el tiempo e intercambiar mensajes superficiales pasaron a
utilizarlas como recurso en la organización de asambleas, revueltas y protestas
masivas que pusieron en jaque a las policías más expertas. En Port Said una
fiesta del fútbol acabada en tragedia ha llevado a los hinchas a volcar su
resentimiento contra los gobernantes. A este paso no sería extraño que el
próximo acto de guerrilla urbana se engendrara en un reality o que a la salida
de un concierto de rock la muchedumbre excitada declarara el estado de guerra. Quien
fomenta la sinrazón corre el riesgo de que el impulso irracional cambie de
dirección y se vuelva contra él. Tal vez haya muchos motivos para pensar que la
gente es estúpida, pero no está comprobado que esa estupidez no tenga un
límite. Es un error suponer que encaminando al parado a la taquilla de un
estadio y poniendo a los pobres ante el televisor queda asegurada la
tranquilidad del sistema. De momento nos preocupa la desaparición de puestos de
trabajo y calmamos esa pesadumbre por medio de goles, culebrones, prensa rosa,
tuits y festejos varios. No hay que dejarse llevar por el pesimismo, pero es
posible que cuando ya no lamentemos la pérdida de empleos sino la pérdida de
vidas las diversiones de hoy sean los polvorines de mañana.
Publicado en Diario de Navarra el 4 de febrero de 2012
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